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Foto: Nacho Gómez |
La mediación intercultural en Galicia depende de la voluntad de algunos ayuntamientos y del trabajo de ONG especializadas en centros de salud y enseñanza.
DIANA MANDIÁ
El inmigrante subsahariano se extraña cuando el doctor le pide un análisis de sangre para comprobar que el tratamiento que está recibiendo marcha como debe. En otras ocasiones, el paciente extranjero acude al centro de salud después de tratar sus dolores con cocciones de raíces que no siempre resultan efectivas. Lejos de los hospitales, en los comedores de los colegios, al alumno musulmán no se le ofrece una alternativa al chuletón de cerdo. Son situaciones que se dan con relativa frecuencia en centros sanitarios y educativos que acaban resolviendo las ONG y, a veces, los servicios sociales de los ayuntamientos.
“Queremos frenar el conflicto cuando nace”, asegura Rocío Rodríguez, portavoz del Foro Galego de Inmigración, que este año comienza en el IES Eduardo Pondal de Santiago un programa piloto que formará a los alumnos como mediadores interculturales. Será uno de los pocos centros educativos de Galicia en el que los estudiantes aprenderán a resolver sus pequeños roces sin la ayuda del profesor. “Y son muchos más de los que nos podemos imaginar”, dice Rocío, que lleva cinco años dirigiendo actividades dedicadas a la promoción de la diversidad en los colegios de Compostela y los ayuntamientos vecinos, como el de Ames, donde el 5,4% de los 25.818 vecinos son extranjeros. “Al inmigrante le da vergüenza admitir que se siente discriminado cuando está en minoría, por muy mal que lo esté pasando”, asegura. En igualdad de condiciones, salen a flote las quejas y los tópicos: “Los padres piensan que por atender a los niños inmigrantes los profesores dejan de lado a los gallegos”.
En realidad, la mediación no ocupa demasiado tiempo en las instituciones públicas gallegas. “Al menos en los colegios no es prioridad”, asegura Pachi Hurtado, director de la ONG viguesa Ecos do Sur, que interviene en varios centros escolares y sanitarios de Galicia cuando el entendimiento falla. Uno de sus caballos de batalla es la visibilidad de los alumnos de religión musulmana en los comedores de los colegios, no siempre adaptados a la creciente diversidad de las aulas. “No hay alternativa al cerdo, y el alumno o no come o se le dice que almuerce en su casa”, relata Hurtado, que propone ampliar la oferta de menús adaptados que ya existen para algunos colectivos, como los celíacos. “Lo que no queremos es que un niño se quede sin comer por causa de su religión”, afirma. Que algunos ayuntamientos como el de Arteixo, con una población musulmana elevada, no se hayan planteado la diversificación de sus menús escolares tiene mucho que ver con los hábitos de los alumnos, ya que muchos de ellos comen en casa. Al menos esa es la razón que encuentra Noura El Amirani, mediadora en la localidad coruñesa durante los últimos seis años. Algo muy parecido sucede en otros municipios receptores de inmigración musulmana, como Vilaboa o Xinzo de Limia. El CEIP Rosalía de Castro, de la localidad ourensana, ofrece menús alternativos para los cinco estudiantes musulmanes que usan el comedor escolar. En Ames, el ayuntamiento diseña tanto dietas especiales para niños alérgicos como platos sin carne de cerdo que además tienen en cuenta las prácticas halal. No así en el CEIP O Coto de Negreira: aunque en su día los padres lo solicitaron, la dirección del centro ve “inviable” la adaptación de los menús, a la que no está obligado por motivos religiosos.
Junto a Vilaboa (Pontevedra), Arteixo es pionero en el desarrollo de programas de integración de la comunidad inmigrante. Toda una excepción porque la Administración deja en manos de los gobiernos municipales la decisión de contratar un servicio de mediación. “Son las únicas instituciones públicas con mediadores”, subraya Hurtado. El Servizo Galego de Mediación que la Xunta anunció en 2006 aún no está en marcha y, a falta de otra opción, los centros escolares buscan ayuda en ONG y en los servicios especializados de los ayuntamientos que los tienen.
En el ámbito sanitario, el extranjero está doblemente desprotegido. Primero, porque el sistema de salud es diferente al que conoce; segundo, porque los médicos no siempre tienen en cuenta que la salud también entiende de diferencias culturales. “¿Cómo le explicas a una mujer marroquí que a causa de un tratamiento no podrá tener hijos, cuando para ella es tan importante?”, se pregunta el director de Ecos do Sur, cuyos mediadores acompañan al extranjero en sus primeras visitas al médico. Pero en la mayoría de los casos, en parte por falta de tiempo, se imponen rígidos protocolos sanitarios que el inmigrante trata de evitar postergando la consulta al doctor.
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