El profesorado llama a aprovechar la inmigración para adaptar el sistema educativo a una sociedad heterogénea
Las escuelas vascas ya eran diversas antes de la llegada de inmigrantes: niños nativos, gallegos y gitanos, discapacitados y superdotados, pobres y ricos convivían en la misma clase. Hoy la inmigración no sólo supone un reto pedagógico y organizativo, sino que aporta el empujón definitivo para construir un sistema educativo inclusivo, capaz de responder a la heterogeneidad. Expertos, profesoras y madres así lo han recalcado esta semana durante unas jornadas organizadas por SOS Racismo-Bizkaia en Bilbao.
Kontxi Orcasitas y Estíbaliz Uría, directora y profesora respectivamente de los institutos bilbaínos Cervantes y Martín de Bertendona, aportaron sus experiencias en centros tachados de guetos. Reclaman recursos y voluntad política para aprovechar la riqueza de lo multicultural, y replantear el sistema educativo "en beneficio de todas las personas".
Según Uría, para que haya un gueto tiene que existir la voluntad de aislarse, "y los niños y sus familias quieren integrarse". Por ello, ambas rechazan los repartos artificiales entre redes y modelos lingüísticos, así como la propuesta de Educación de limitar al 30% la presencia de inmigrantes en cada centro. "Lo natural es que el colegio refleje la realidad del barrio, y cierta concentración es normal porque tener personas cercanas facilita empezar una nueva vida", subraya.
Defienden el derecho de las familias a una "elección libre y bien informada". Si se asume que la educación pública es la mejor, no tiene sentido derivar a sus hijos a la privada, a menudo religiosa, recalcan. A los padres les sigue costando elegir el modelo D, entiende Orcasitas, por "el temor a que los hijos no se adapten". "Pero les informamos de que es la opción elegida mayoritariamente, aunque el euskera no sea la lengua materna", señala.
El Cervantes ha adoptado planes a favor de la interculturalidad que han evitado que, como en otros colegios, el alumnado autóctono abandone el centro. "Intentamos que se conozcan para quitar miedos y prejuicios, y proponemos actividades interesantes para todos", explica la directora. A pesar de que el Bertendona no ha implantado una política similar, critica Uría, la diversidad da sus frutos: "Tenemos clases de chino y hemos aprendido mucho de países desconocidos como Bangladesh".
Frente a los prejuicios de los adultos, los niños tienen una "enorme curiosidad" por conocerse. "En el patio no hay razas ni modelos lingüísticos, sólo juego. Se mezclan encantados", señala Orcasitas. Presentan costumbres diferentes, pero "no tienen porqué chocar; sólo hay que ir respondiendo y adaptándose a cada situación".
El profesorado afronta estas nuevas realidades "sin apenas formación, a base de voluntarismo", lamentan. Por ello, demandan más recursos y una mejor gestión de los existentes, como el personal de refuerzo lingüístico y el dinamizador cultural. Centros como Bertendona, donde el 10% de los alumnos se matricula a mitad de curso, exigen un sistema "menos rígido". Si el sistema educativo es capaz de normalizar la multiculturalidad, integrar y combatir desigualdades, estará "más cerca de garantizar el éxito escolar a todas las personas", concluyen.
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