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Fuente imagen: educa.madrid.org |
El término "interculturalidad" aparece por primera vez en Alemania a fines de los años 70 del siglo pasado, ligado a los programas compensatorios convirtiéndose en la clave de un enfoque educativo que considere el respeto por los derechos humanos, la diversidad cultural, la fuerza y valor de la multiculturalidad, el refuerzo de la identidad cultural, el proceso recíproco de aprendizaje entre las culturas, el diálogo cultural basado en la relación interactiva y la igualdad de oportunidades para todas las personas.
Saúl Bermejo Paredes. La interculturalidad _de acuerdo a Mall, citado por De Vallescar _ sería el nombre de una actitud o enfoque _filosófico_ que a pesar de reconocer sus centros, intenta ir más allá de todo centrismo. El adjetivo inter _argumentado por Panikkar que lo cita De Vallescar _, no es ningún apéndice o suplemento sino lo más relevante, ya que ese prefijo denota relación (semejanza) diferencia, entre filosofías, culturas y religiones. Por eso, supone de fondo la convicción de evitar la absolutización de cualquiera de éstas. Esto es, no singularizar ninguna de ellas. En ese sentido, supera todo planteamiento comparativo, que implicaría un punto ‘fuera de’ o neutral _que no existe_ desde donde compararlas con justicia.
En América Latina y el Perú el concepto de interculturalidad, se introduce a inicios de la década de 1980 en los proyectos de educación bilingüe destinados a la población indígena y como respuesta al fracaso de la educación asimilacionista y homogeneizante de los Estados nacionales. En el contexto nuestro, la interculturalidad es un proyecto por construir bajo la interacción dialógica, interrelación y convivencia de culturas en su diferencia; rebasa lo étnico, puesto que interpela a toda la sociedad en su conjunto; no tiene que ver con un área geográfica; ni con un sector específico de escuelas o niveles educativos, va más allá de ser una realidad objetiva: es una utopía. Un acto intercultural, no constituye en sí mismo, valorar y disponer simultáneamente del conocimiento occidental e indígena latinoamericano: no es remover el “kañiwaku” con la leche de vaca.
En este sentido, la interculturalidad _para nosotros_, es fundamentalmente, la generación de nuevas manifestaciones de conocimientos y valores humanos producto de la interrelación dialógica entre los culturalmente diferentes que se confieren sentido mutuamente, bajo el marco del respeto y la convergencia. Por eso constituye, un proyecto por construir. La interculturalidad emitirá diferentes signos según las peculiaridades de las culturas en interacción, es inadmisible pensar en un modelo intercultural único y por consiguiente; es difícil, ofrecer un concepto acabado sobre esta temática. De la misma manera, esto trae consigo que, no es razonable plantear un modelo único de EIB, sino de varios modelos o tipos, respectivamente.
El concepto de interculturalidad, va de la mano con la capacidad de reconocer e incorporar la diferencia como una constante en la vida contemporánea. La perspectiva intercultural toma en cuenta la diferencia, no como un dato natural y estático, sino como una interacción dinámica entre dos o más mundos culturales. Chiodi anota que, la interculturalidad, constituye un enfoque relacionado con la gestión de la diversidad cultural. Por su parte, Cañulef explicita que se debe entender como interculturalidad al respeto y reconocimiento mutuo de las diferencias, a la aceptación del otro como legítimo otro en la convivencia, al diálogo respetuoso y permanente, la comunicación y la negociación para la búsqueda del bien común. Como se puede advertir, no existe un solo concepto para referirse a interculturalidad, Walsh manifiesta que se refiere a complejas relaciones, negociaciones e intercambios culturales, y busca desarrollar una interacción entre personas, conocimientos y prácticas culturalmente diferentes; una interacción que reconoce y que parte de las asimetrías sociales, económicas, políticas, y de poder y de las condiciones institucionales que limitan la posibilidad que el “otro” pueda ser considerado como sujeto con identidad, diferencia y agencia, la capacidad de actuar. No se trata simplemente de reconocer, descubrir o tolerar al otro, o la diferencia en sí, tal como algunas perspectivas basadas en el marco de liberalismo democrático y multicultural lo sugieren. Tampoco se trata de esencializar identidades o entenderlas como adscripciones étnicas inamovibles. Más bien, se trata de impulsar activamente procesos de intercambio que, por medio de mediaciones sociales, políticas y comunicativas, permitan construir espacios de encuentro, diálogo y asociación entre seres y saberes, sentidos y prácticas distintas.
La interculturalidad, va traspasando los ámbitos de la educación indígena y el reconocimiento de la diversidad, hoy cuestiona la estructura misma del Estado-Nación, su organización homogeneizante y excluyente; y, se perfila como desafío permanente para las sociedades plurinacionales o pluriculturales. Incluso desde la visión indígena, lo intercultural plantea el tema de la descolonización, como un proceso fundamental para los pueblos indígenas. La descolonización es entendida como un proceso ligado a la interculturalidad, ya que se vincula con la valoración y la revitalización de las culturas indígenas, sobre la base de la emergencia de los pueblos como sus protagonistas. Esto supone seguir repensando y redefiniendo la noción de interculturalidad.
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