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Fuente foto: www.educa.jccm.es |
El fenómeno de la globalización trae aparejados numerosos cambios. En general, esta situación se interpreta como un problema y, según avanzamos sin encontrar soluciones satisfactorias pasa a ser valorado de forma negativa.
Eva María Sánchez Moral y César Vallejo Martín-Albo. La educación intercultural es la respuesta que, desde el ámbito educativo debemos dar a esta sensación, puesto que, la integración, la comunicación, en el marco de una sociedad justa y, por lo tanto, en una situación de igualdad de oportunidades, derechos y deberes, nos va a beneficiar y a enriquecer a todos, especialmente como personas. La educación en valores supone que el sistema educativo asuma una función ético-moral que tendrá como objetivo contribuir al establecimiento de un modelo de persona desde una concepción .
Población, aldea global y movimientos migratorios.
La sociedad actual se encuentra inmersa en un proceso de transformación continuo. Estos cambios tal como se reconoce en la Conferencia sobre el Nuevo Milenio de las Naciones unidas, están conduciendo a un mundo cada vez más pequeño pero que, sin embargo, crea más diferencias entre unos pueblos y otros, entre unas personas y otras. La globalización como fenómeno social, aún no estando exento de efectos altamente positivos, nos está conduciendo por unos caminos inexplorados y donde la incertidumbre es el único referente.
La tierra, esa aldea global en la que vivimos, muestra cada vez de una forma más evidente que la distancia existente entre los mundos que en ella conviven es cada vez mayor. Norte y Sur, primer y tercer mundo, son distintas formas de definir la situación de desigualdad social y económica que existe en la actualidad. Sin embargo, lo que antes se mostraba lejano ahora aparece frente a la puerta de nuestra casa. La globalización ha permitido exportar mano de obra, riqueza, inversión, etc. pero también miseria.
Sin embargo, no debemos observar este fenómeno únicamente desde nuestra perspectiva (el lado del desarrollo), también debemos comprobar cómo se está extendiendo la imagen de una sociedad rica, ejemplo de virtudes, ante los ojos de una sociedad más pobre. Se venden el deseo, la riqueza y el consumo, elementos sostenidos sobre la base de la globalización de la economía; exportamos imágenes, sentimientos y sueños, pero sin tener en cuenta que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro el deseo de algo mejor y sabiendo que es lícito el esfuerzo por conseguirlo.
El desarrollo tecnológico provoca que el mundo sea cada vez más pequeño, los medios de transporte, las comunicaciones telefónicas, internet., etc, son la causa de este fenómeno. Los grandes desplazamientos migratorios norte-sur, oriente-occidente se realizan con mucha más facilidad y con un nivel de expectativas mucho más alto. Las antiguas nacionalidades ven como sus características culturales se ven diluidas en un mar multirracial.
Europa: sociedad y civilización.
Frente al fenómeno de la globalización y la mixtificación cultural que los movimientos migratorios provocan, las sociedades anfitrionas desarrollan su deseo de identidad. Así, frente a las nuevas culturas, se crea el concepto de sociedad occidental como seña de identidad de estos países.
Ahora bien, la sociedad occidental, la civilización occidental, es un concepto fundamentado a través de años de evolución. La perspectiva del mundo se ha basado en la distinción entre nosotros y ellos. De ahí que fuera necesario definir lo que nosotros somos, lo que nos distingue, lo que nos separa y que en base a esas distancias conceptuales que establecemos, queremos que nos distinga.
Si intentáramos definir lo que somos deberíamos optar por considerarnos herederos de dos culturas: la cultura clásica greco-romana y la cultura cristiana. Sin embargo, parece que nos olvidamos del origen, la influencia y las transformaciones que han sufrido estos conceptos a lo largo de los tiempos. Así, la sociedad occidental, heredera de estos valores, no se ha mantenido pura y al margen de cualquier otra influencia. La percepción de desarrollo y riqueza que hemos mantenido durante toda la historia de nuestro "mundo occidental" se ha basado en un modelo miope incapaz de ver lo que había más allá y, sobre todo, de la riqueza de sus aportaciones. Así, Europa es una construcción política y económica interesada, fundamentada en la necesidad de identificación nacional que se ha enriquecido sin querer reconocerlo de las aportaciones de otros mundos y otras culturas.
Nada surge de la nada y toda civilización es fruto de una evolución, de un sistema y de una situación que la originan. Frente al concepto de ruptura es necesario oponer el de desarrollo y continuidad.
El problema de la multiculturalidad.
Cuando dos culturas se comunican, se crean procesos naturales de comunicación, una ósmosis de valores, sistemas de organización, percepciones, etc. Por regla general, este fenómeno se producía en lapsos de tiempo muy amplios, o con un número muy bajo de personas. Sin embargo, ahora ese fenómeno se debe producir con grandes cantidades de individuos y en periodos muy cortos de tiempo. Esta situación ha provocado distintas formas de integración o segregación, como lo queramos ver; en donde los extremos de un continuo serían la multiculturalidad y la aculturación:
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Segregación completa y guetos nacionales, raciales o culturales integrados en otra nación. No existe ninguna integración, se crea una "micro-nación" exportada dentro de otra. No se asumen los valores de la sociedad de acogida y se mantienen los mitos de la cultura de origen.
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Perdida completa de la identidad cultural basada en una asimilación completa de la cultura anfitriona. Se rechazan los valores previos y se asumen de forma completa la forma de vida de la sociedad en la que se vive.
Ambos extremos son igual de perniciosos, puesto que parten del necesario rechazo de unos valores en beneficio de otros. La educación intercultural se debe mover entre el etnocentrismo y el relativismo cultural.
Por otro lado, existe el problema añadido de, que en una situación de pérdida de identidad, se mire de nuevo hacia atrás en búsqueda de una identidad local exacerbada como sustento de lo que es propio y se considera como bueno, algo que puede suceder en cualquiera de los dos polos.
Para poder afrontar esta situación tenemos que partir de la base del respeto y reconocimiento de unos valores universales (Declaración Universal de los Derechos Humanos[1]) por lo que deberemos considerar que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Además, la Constitución Española[2] de 1978 pretende Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social ju
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