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Foto: Mitxel Atrio |
Entre los 19.000 inmigrantes escolarizados en Euskadi despuntan alumnos brillantes, que superan las barreras del idioma y situaciones personales difíciles para alcanzar el éxito académico.
Hay que meterse en la piel de Xin Xin y mirar con sus ojos rasgados para hacerse una idea de la travesía que hace un alumno inmigrante en la escuela. Una adolescente china que llega a un instituto vasco en mayo de 2008, entonces con 14 años, sin conocer a nadie, sin entender una palabra de castellano y con el curso a punto de acabar. En el bolsillo, un pequeño traductor de castellanochino-inglés para hacerse entender en lo más básico. En el ánimo, la incertidumbre ante una sociedad con costumbres y cultura diferentes y mucha capacidad de sacrificio y ganas de aprender. En junio sacó un notable en Matemáticas, la única asignatura en la que el idioma no era un muro insalvable, y este curso, con 15 años, Xin Xin aprobará todo.
El sistema escolar vasco acoge en estos momentos a cerca de 19.000 alumnos de otros países. Las estadísticas los incluyen en ese colectivo con necesidades de refuerzo lingüístico y académico, fracaso escolar, conflictividad... y los colegios pugnan por evitar que se dispare su presencia en las aulas para no convertirse en guetos. En los exámenes PISA o en las pruebas de nivel de euskera los dejan fuera para que no bajen las medias.
Los estudios e informes oficiales no hacen justicia a los buenos estudiantes. Se olvidan del reto que afronta a diario Xin Xin; de la valía de Mei Hui, una estudiante china con un expediente académico excelente; de la enorme capacidad de Beatrice, una brillante alumna rumana que en su segundo año en Euskadi se lleva a casa un boletín de notas repleto de sobresalientes; de Alejandra y Karoline, colombiana y brasileña, que han cogido el ritmo de su grupo de un curso para otro. O de Yusuff, de 15 años, un muchacho marroquí que llegó en patera sin saber leer ni escribir en su lengua y en siete meses aprueba asignaturas de primer curso de la ESO. Todos ellos superan obstáculos como montañas -el idioma, un nivel académico bajo o complicadas situaciones personales- para encaramarse al éxito escolar. Van a ser médicos, abogados, economistas, mecánicos...
Este grupo de supervivientes acude a institutos de enseñanza del País Vasco con más del 50%, 70% ó 90% de inmigración, en los que hilar las clases es una aventura. Centros en muchos casos amarrados a la enseñanza en castellano como tabla de salvación para chavales "recién llegados", y tachados con una cruz por la mayoría de familias vascas a
la hora de elegir un colegio para sus hijos. Junto a estos chicos conviven compañeros solidarios y docentes cargados de ilusión y ganas, que han tejido a su alrededor una red de refuerzos y apoyos escolares para que ninguno tire la toalla.
MEI HUI, UN "DIEZ" EN MATEMÁTICAS
16 años. China
A Mei Hui el trabajo de cuarto curso de ESO no le exige mucho esfuerzo. Es inteligente, disciplinada, trabajadora y responsable. No es de extrañar. Estudió en el sacrificado sistema escolar chino hasta sexto curso de Primaria. «Allí teníamos clase de siete de la mañana a cinco de la tarde. Si hacíamos fiesta entre semana, después recuperábamos la clase el sábado o domingo. Algunos días debíamos quedarnos a limpiar el aula», relata. Necesitaba más de tres horas para hacer los deberes. Ahora se ventila las tareas que le ponen en el instituto Pío Baroja de Getxo en menos de una hora, y muchos días no necesita abrir los libros. «En China era mazo duro», comenta con gracia. Las matemáticas le resultan fáciles y hace alarde de una gran capacidad para expresarse. Su boletín de notas acabará este curso, de nuevo, lleno de notables y sobresalientes. Quiere hacer Económicas. En los últimos años ha compaginado su vida escolar con el cuidado de su hermano pequeño de viernes a domingo, ya que sus padres trabajan en un restaurante. Ahora les ayuda en el local los fines de semana. Reconoce que cuando llegó al País Vasco «sentía miedo» por enfrentarse a una lengua diferente y porque no conocía a nadie. Ya ha hecho amigos y no se quiere ir. Pero Mei Hui tiene una preocupación: que sus padres le dejen salir hasta más tarde los fines de semana, como el resto de su pandilla. «¡Se creen que me voy a volver mala por salir de noche!», ríe.
BEATRICE, UNA ALUMNA BRILLANTE
16 años. Rumanía
Beatrice disfruta de una enorme facilidad para los idiomas. En su país natal, Rumanía, aprendió castellano e inglés viendo telenovelas subtituladas. Se matriculó en el instituto vizcaíno de Astrabudua el pasado curso y en pocos meses hablaba y leía correctamente y escribía sin apenas faltas de ortografía. En la tercera evaluación sacó todo "dieces". Sólo necesitó refuerzo de euskera entre septiembre y enero, después se integró en el aula con el resto de su grupo. «Los profesores me han ayudado mucho», confiesa. Acaba de leer la novela de moda "Crepúsculo" en inglés. «Por las tardes, cuando vuelvo del instituto, suelo leer en casa o me voy a la biblioteca». Para Beatrice, el cuarto curso de Secundaria no le supone un esfuerzo. Es coser y cantar. Por eso, quizás, se ha puesto metas muy altas. Quiere estudiar Derecho para dedicarse a la defensa del medio ambiente, o Ciencias Políticas -o si le apuran, las dos-, y en el futuro trabajar en París o Londres. Este verano irá con una beca a perfeccionar idiomas a algún país europeo. Sueña con viajar y ver mundo. De Euskadi sólo le asombró una cosa: «Cuando llegué al instituto creí que iba a estar en una clase con alumnos vascos y de pronto me encontré en un aula con estudiantes de un montón de países diferentes». Entre esos compañeros está Alejandra, colombiana de 15 años. En un curso ha logrado ponerse al día en todas las asignaturas, pese a la falta de nivel que suelen arrastrar los escolares de países latinoamericanos. Planea estudiar Medicina.
XIN XIN, CAMINO DEL ÉXITO
15 años. China
Xin Xin disfruta con el blog de música que ha hecho junto a su profesor en el instituto Pío Baroja de Getxo. Ahora está triste porque echa de menos a su abuela, que se quedó en China. Aún así no ha bajado un ápice el ritmo de estudio. «Es muy disciplinada y tiene una gran capacidad de sacrificio y ganas de aprender. Le gusta llevar el trabajo escolar al día. Merece la pena cualquier esfuerzo que se haga por ella», dice Elena Rubio, profesora de refuerzo lingüístico y su apoyo en el centro. La docente se ha pasado los últimos meses investigando la forma de que esta adolescente china pueda seguir las clases sin dominar aún el castellano. Probó a utilizar un método de aprendizaje de chino-español, estudió ella misma el idioma de su alumna, le asignó tareas sencillas... pero pronto se dio cuenta de que Xin Xin se aburría. Debía apuntar más alto. «Ella domina los contenidos con facilidad. Tiene mucho nivel de matemáticas. Sabe más que yo de muchas cosas. No podía esperar a que aprendiera el idioma para avanzar en conocimientos. Debíamos buscar la manera de superar la barrera de la lengua». Xin Xin y Elena lo han logrado. La profesora traduce al chino los conceptos principales de cada tema -utiliza palabras clave con la ayuda de un diccionario "on-line"- y la voluntad de esta adolescente que sueña con volver a su tierra, a Zhejiang, hace el resto. «Seguro que va a tener éxito escolar. Está en el c
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