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Fuente imagen: www.cii.letra25.com |
La interculturalidad, si quiere ser algo más que una nueva retórica bienpensante o una moda pasajera en los escaparates pre-crisis, debe penetrar en el núcleo duro de la escuela, en el conjunto de elementos, acciones y decisiones que rellenan y dan sentido al tiempo y al trabajo escolar.
La interculturalidad, por otra parte, no puede ser un barniz superficial que recubre y oculta lo ya existente, ni un añadido cortés y voluntarioso a una programación ya de por sí sobrecargada, sino un poderoso foco que ilumine lo que acontece en la escuela para darle más claridad, eficacia y rigor, para distinguir nuevos matices, separar lo obsoleto, limpiar lo andrajoso, desocultar lo que no aparecía e incorporar lo nuevo y necesario.
Por todo ello, interculturalizar la educación es un proyecto de largo alcance, no un objetivo circunstancial, cuya finalidad es ofrecer a todo el alumnado una educación mejor, que les atienda en su singularidad y les prepare para vivir en un mundo globalizado, complejo, cambiante y conflictivo, que cumpla efectivamente el mandato escrito en las leyes, y que sea de verdad un instrumento de compensación de las desigualdades y de comprensión más científica y justa del mundo sociocultural y físico.
El currículo es la herramienta que organiza la vida de los centros educativos, que son, en esencia, espacios y tiempos para la formación y la enculturación. El proyecto cultural que informa la vida escolar es el eje en torno al cual adquiere sentido todo lo demás: los recursos, los materiales, el profesorado, los horarios, los espacios, las materias, los grupos, las técnicas, los proyectos, las estrategias, la planificación, la evaluación…
Por eso no puede haber educación intercultural al margen del currículo escolar. Por eso es imprescindible que asumamos que todas y cada una de las áreas y de las materias escolares requieren, necesitan el foco, la mirada, la revisión intercultural; que las formas de organizar la enseñanza y el aprendizaje no son indiferentes ni equivalentes, ni desde el punto de vista de la eficacia instructiva, ni desde la óptica de la equidad formativa; que la educación en valores no puede seguir siendo algo que se supone, que se da por descontado, pero que ni se planifica con rigor, ni se desarrolla con criterio, ni se evalúa.
Esta mesa temática quiere mostrar cómo hacer realidad la interculturalización de la escuela a través de distintos abordajes porque la tarea es mucha y no es de recibo seguir esperando. Las condiciones de partida son pocas: se necesita voluntad para ello y tener las ideas claras, porque no todo vale y, si no se ha hecho este esfuerzo de clarificación y de autoformación, pueden seguirse unos resultados en las antípodas de los realmente deseados.
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