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Expertos alertan de que cuatro de cada cien escolares vascos padecen acoso.
Eguna: 18.09.2008 | Iturria: WWW.SIIS.NET

Carmen Maganto. Psicóloga.
Los chicos de quinto y sexto de primaria y los inmigrantes son los que más lo sufren. La incidencia de agresiones físicas es baja entre las niñas, pero se dan más casos de "bullying" psicológico.

Es probable que la mayoría de los casi 330.000 escolares vascos que empiezan esta semana un nuevo curso asistan con pereza a su primer día de clase. Cuatro de cada cien, además, lo harán con miedo. Agresiones físicas, amenazas, insultos, burlas, motes ofensivos, extorsiones o intimidaciones se convertirán, por desgracia, en parte del día a día de más de 13.000 alumnos. Son casi un4%de los chavales de la ESO y hasta un 6% de los niños de quinto y sexto de Primaria los afectados por el bullying o acoso en las aulas.

“Tampoco es para tanto, son cosas de críos”, pensarán muchos. La justificación y la falta de intervención de los adultos no hace sino alimentar un infierno que puede tener terribles consecuencias, replican los expertos. El profesor de instituto José Antonio Oñederra y la psicóloga Carmen Maganto pusieron ayer sus más de 20 años de experiencia profesional en esta materia al servicio de los asistentes a los Cursos de Verano de la UPV en Donostia, donde recordaron que el maltrato infantil no debe tomarse a la ligera.

“En todos los centros escolares se deben desarrollar planes de convivencia para prevenir este tipo de comportamientos y para, en el caso de que se den, saber intervenir tanto con la víctima y el agresor como con los espectadores, los profesores y los padres”, afirma Oñederra. Maganto coincide con él y subraya que este problema social hay que abordarlo “desde arriba, desde los políticos y las instituciones públicas, hasta llegar a los propios centros educativos que, en muchos casos, toman pocas medidas en favor de la convivencia y educan poco en las emociones positivas”.

Maganto agrega que es prioritario investigar sobre los factores de riesgo que intervienen en este fenómeno: “Hay familias que generan conductas agresivas que transmiten a sus hijos; niños que han sido educados con una sobreprotección tan excesiva que no saben enfrentar dificultades por sí mismos y son víctimas fáciles para los acosadores; centros educativos que no sólo no ponen límites a la agresión, sino que casi lo ven como una gracia... Hay que investigar todos los factores”.


INMIGRANTE, PRESA FÁCIL

Ambos expertos subrayan la importancia de que tanto los profesores como los padres estén alerta ante cualquier indicio de bullying porque, en estos casos, impera la ley del silencio, “nadie quiere ser el chivato por miedo a las represalias” y los adultos suelen ser “los últimos en enterarse”. Así, Oñederra le recomienda que preste especial atención si usted ve que su hijo llega a casa con rasguños, la ropa raída o la mochila rota; si cambia su ruta para ir al colegio; si nunca va acompañado de amigos o si pierde o roba dinero.

Maganto subraya también la importancia de enseñar que las conductas violentas no deben ser motivo de reconocimiento: “Nadie pega sin público. Agredir a otra persona está hasta bien visto entre los compañeros porque la violencia está socializada. El niño que pega es un valiente y la víctima, un mierdica”.

La llegada de inmigrantes a los centros de enseñanza, además, ha generado un incremento de los casos de acoso escolar. “Los de aquí contra los de enfrente, que son minoría –señala Maganto–. Si es muy morenito, es negro o marroquí, inmediatamente se le identifica comoinferior aunque seaunsuperdotado, al igual que a las niñas sudamericanas con rasgos indígenas. Sin embargo, si es una chica rubia del Este, ya se parece más a los europeos y no se produce la discriminación”. Esta modalidad de acoso intercultural, alerta la psicóloga, es “consecuencia de actitudes que se ven en casa”.


ELLAS TAMBIÉN MALTRATAN

Si bien los expertos apuntan a los chicos como el colectivo más propenso a jugar el papel tanto de acosador como de acosado, destacan también que se da una forma de bullyingmás cruel y refinada entre las chicas.

“Hay un porcentaje mayor entre los varones, especialmente en las agresiones físicas porque, las chicas, normalmente, no pegan. Sin embargo, insultan más, son irónicas, burlonas, se centran en la descalificación física... Es un tipo de agresión psicológica”, aclara Maganto. Oñederra coincide y ha constatado esta teoría en su investigación con escolares.

“Trabajamos con un método de auto evaluación en el que los alumnos responden preguntas como ¿pegas? ¿te pegan? ¿insultas? ¿tienes mote? ¿hablas mal de los demás? ¿Crees que otros hablan mal de ti?...En estos dos últimos casos, las respuestas afirmativas de chicas se disparan”.

El trágico Caso Jokin “marcó un antes y un después” tanto en la investigación académica como en la percepción social del bullying, recuerda Jose Antonio Oñederra, profesor de un instituto de Donostia. La historia de aquel adolescente de Hondarribia que se suicidó tras sufrir años de acoso por parte de sus compañeros de colegio conmocionó a familias de todo el Estado y encendió las alarmas de instituciones públicas y colegios.

Sin embargo, los expertos aseguran que, aunque se han visto las terribles consecuencias del acoso escolar, instituciones y centros educativos todavía no hacen todo lo que deben. Tanto Oñederra como la psicóloga Carmen Maganto subrayan, por ejemplo, que es “absolutamente imprescindible” atender psicológicamente no sólo a las víctimas, sino también a los agresores, porque son carne de cañón.

“Son fanfarrones, extrovertidos y manipuladores, pero no son felices. Sufren las consecuencias de sus propias actuaciones y saben que sus relaciones sociales no son tan buenas como parecen, sino que son producto de su actitud agresiva”, explica el maestro.

Si no se toman medidas, además, el 60% de estos niños se convertirá en su vida adulta en delincuente, en maltratador de su pareja o en una persona con conductas antisociales.

“Los acosadores tienen un alto riesgo de suicidio, tanto o más que las víctimas y, de hecho, en muchos casos, ellos mismos han sido objeto de acoso escolar o de maltrato familiar antes de convertirse en verdugos”, alerta el profesor. Además, coincide con Maganto en subrayar que este tipo de actitudes no son propias de clases sociales bajas o de institutos en barrios humildes, sino que se dan en todos los estratos sociales.

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