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Los nuevos catalanes llegan a la universidad.
Eguna: 25.02.2010 | Iturria: LAVANGUARDIA

Foto: Laura Guerrero
Tres historias de éxito educativo ayudan a entender por qué hay pocos inmigrantes en la postobligatoria

Maite Gutiérrez. John Jairo Rivadeneira, de 18 años, respira tranquilo tras sus primeros exámenes en la universidad. Estudia el grado –antigua diplomatura– de Ciencias Empresariales en la Universitat Pompeu Fabra y ha aprobado todas las asignaturas. John Jairo es una excepción en el aula, y no sólo por sus buenas notas. “Soy el lunar de la clase”, bromea. Llegó de Ecuador a Catalunya con 11 años. Durante el tiempo que estuvo escolarizado en sexto de primaria aprendió catalán con clases de refuerzo “y viendo Shin Chan en TV3”, añade. Después, pasó la ESO y el bachillerato sin demasiadas dificultades. En su instituto, el Eduard Fontserè de l"Hospitalet de Llobregat, él era “de la mayoría” –el alumnado inmigrante alcanza el 65%–, pero en la facultad ha pasado al otro bando. “Sólo hay cinco latinos más en todo el campus, los tengo localizados”, afirma.

El aumento de estudiantes inmigrantes en las etapas obligatorias de la educación no ha llegado con la misma fuerza al bachillerato ni a los ciclos de grado superior de FP. Mucho menos a la universidad, aunque la tendencia va al alza. El porcentaje de alumnos inmigrantes en primaria durante el curso 2008-2009 era del 15,1% en Catalunya. En secundaria subía al 17,5%, pero caía al 7,1% en bachillerato y al 7,8% en ciclos de grado superior, según el Departament d"Educació. En la universidad no hay información específica sobre la presencia de estos nuevos catalanes. El último informe Datos y cifras del sistema universitario 2009-2010, del Ministerio de Educación, sitúa en un 4,4% el alumnado de nacionalidad extranjera frente al 1,7% del curso 2005-2006, aunque aquí se incluyen estudiantes que vienen expresamente a las universidades españolas a cursar la carrera, el máster o el doctorado.

Un nuevo idioma –o dos–, un entorno social que valora poco el estudio, dificultades económicas o familiares... Los estudiantes recién llegados de países en desarrollo a menudo hacen frente a un buen puñado de obstáculos. Por eso, John Jairo tiene si cabe más mérito que muchos compañeros de facultad. Igual que Yerely Franco, que también vino de Ecuador con casi 12 años, o el de Wiam Hectach, de Marruecos, que con la misma edad aterrizó en Barcelona. Ellas, también ex alumnas del Eduard Fontserè, optaron por un ciclo de grado superior, aunque por razones distintas. Yerely acabó el bachillerato el curso pasado con una media de notable. Pensó en presentarse a la selectividad, pero sus padres quieren regresar a Ecuador y le dijeron que esperarían hasta que ella acabara sus estudios. “Me sabía mal que estuvieran aquí cuatro años más por mí, así que al final decidí matricularme en un ciclo superior de Administración y Finanzas, que sólo dura dos años”, explica. Wiam en cambio, rehusó presentarse a la selectividad y este año acabará su ciclo superior en Dietética con una media, si todo le va como hasta ahora, de 8, por lo que piensa que no tendrá problemas para acceder a la universidad y cursar el grado en Dietética a partir de septiembre. Pese a tener unas condiciones de partida más duras, los tres han alcanzado el éxito educativo y dan algunas pistas de por qué otros compañeros se quedan por el camino.

Para John Jairo, lo fundamental está en “el apoyo de la familia”. Su padre trabaja como transportista y sumadre limpiando casas. Se siente un privilegiado porque ambos le han animado a continuar su formación. “Tengo un amigo de la República Dominicana que acabó el bachillerato conmigo el año pasado, es muy inteligente, pero al final no pudo ir a la universidad porque su familia necesita dinero y ahora trabaja de camarero”, cuenta. “Es que son cuatro hermanos”, apostilla Yerely. Pese a que a muchos la matrícula de la universidad les parece una nimiedad, para otros supone un gran esfuerzo. Las becas, además, no compensan la situación de alumnos de familias desfavorecidas –las becas salario, aún minoritarias, ayudarían en estos casos–. De ahí que alumnos inmigrantes aún vean la universidad como algo “elitista, que no es para ellos, y no sólo por el dinero”, explica Àngels Domènech, profesora en el Eduard Fontserè. John Jairo dará una charla a chicos del instituto para romper esta idea a través de su experiencia.

El idioma supone el otro gran obstáculo, más para alumnos con lenguas maternas no románicas. Wiam, sin embargo, lo tuvo algo más fácil porque antes de venir a Catalunya vivió un tiempo en Francia. “El francés se parece al catalán”, dice esta chica de 20 años. Aunque eso no explica que durante la ESO y el bachillerato Wiam soliera superar a sus compañeros en los exámenes de lengua catalana y lengua castellana.

Los tres valoran la efectividad de las aulas de acogida. Aunque, en el caso de alumnos con idiomas muy distintos y que llegan a mitad de la ESO, el paso por estas aulas se queda corto. En el instituto Joan Coromines de Barcelona el 80% de los alumnos ha nacido fuera de España. Tienen un gran número de chicos procedentes de China. “En el bachillerato científico son mayoría”, explica el director del centro, Javier Marsá. Son mayoría y además son brillantes, “alumnos de 10 en matemáticas, física, química o biología”, añade Marsá. Sin embargo, es poco probable que aprueben la selectividad con el nivel de lengua catalana y castellana que tienen. En la ESO y el bachillerato se hacen adaptaciones curriculares para ayudar a superar estas dificultades, pero la universidad queda al margen de este proceso. Marsá propone que estas situaciones particulares también se tengan en cuenta en la educación superior. “Catalunya no puede permitirse el lujo de perder alumnos brillantes”, dice.

John Jairo, Yerely y Wiam no entran en si son brillantes o no. “Somos buenos estudiantes y en nuestro instituto hay calidad, nos han enseñado bien”, insisten para desmentir la idea de que en los centros con muchos inmigrantes el nivel es bajo. La manera en como hablan de sus profesores sorprende. Sensibilidad, dedicación o amistad son conceptos que repiten cuando se refieren a ellos y que explican por qué los tres desprenden tal confianza.

 

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