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Un gitano rumano rojiblanco
Eguna: 11.05.2012 | Iturria: www.deia.com

Cristian posa junto a una bandera del Athletic, su gran pasión. (O.Martínez)
Cristian, que salió de su país con 250 euros y una maleta, se siente muy querido e integrado en Sopelana.

CRISTIAN salió de Rumanía con 18 años, 250 euros en el bolsillo, un pequeña maleta y la idea decidida de buscarse la vida. En su país se sentía fuertemente discriminado por ser gitano. "Cuando me acercaba a las universidades para apuntarme me decían: tú, no; ¿es que no te has mirado en el espejo?" Harto de desprecios, cogió un autobús y se plantó en Zaragoza después de cuatro días y tres noches de un interminable viaje por carretera. Allí comenzó su peregrinaje por ciudades de media España subsistiendo gracias a los bajos jornales que obtenía en los duros trabajos del campo. Recogió cerezas en Aragón y patatas en La Rioja y Castilla y León hasta que un día escuchó en una conversación en un bar, (su método preferido para aprender castellano), en la que se comentaba que "en el País Vasco se vivía mejor y los sueldos eran más altos". No se lo pensó dos veces. Se montó en otro autobús que le dejó en Termibus. Después de unos trabajos esporádicos en el monte, en la zona de Zalla, conoció a una persona que le brindó la posibilidad de hacer una sustitución durante un mes en el hotel Goizalde de Sopelana. Debió hacerlo bien porque ahí sigue. Lleva tres años y se siente muy a gusto en el trabajo. "Tengo unos clientes que me quieren mucho y me tratan como si fuera de aquí, como un vasco más", señala Cristian. Además resalta que "aquí no siento el racismo que hay en Rumanía con los gitanos". Se siente tan integrado que se ha hecho del Athletic "a muerte". Le da pena no poder ir con el equipo rojiblanco a Bucarest, "no me lo puedo permitir", dice, pero no descarta acudir a Madrid a la final de Copa.


Cristian, de pequeño, soñaba con ser futbolista o abogado. Lo del balón parece que se le daba bien porque llegó a jugar en el equipo juvenil del club más importante de su ciudad natal, Constanza, que nutre de futbolistas al gran Steaua de Bucarest. Pero una lesión de rodilla truncó su carrera futbolística. En cuanto a la Abogacía, tampoco sabe si hubiese triunfado porque no tuvo ni la posibilidad de entrar en la universidad. Así que Cristian abandonó la idea de estudiar y de jugar a fútbol y se puso a trabajar. Primero lo hizo "en el mejor restaurante de Constanza". Allí comenzó a cogerle gusto a la hostelería. Sin embargo dejó el restaurante al cambiar de dueños. "Lo cogieron unos árabes y como cambiaron casi toda la plantilla, no me lo pensé, decidí irme fuera".


Huida En un principio pensó en Inglaterra porque el idioma no suponía para él ninguna barrera. "Aprendí inglés viendo la películas que daban en la televisión rumana versión original y subtituladas ", dice. Pero al final se decantó por España. "Me hablaron de que en Zaragoza se ganaba bien trabajando en el campo", recuerda. Sin embargo, su experiencia en Aragón no fue tal y como se lo habían pintado. "Tenía un jefecillo rumano que se quedaba con parte del dinero que le pagaba el dueño de las plantaciones, así que pensé: yo no voy a trabajar así toda la vida". Sus siguientes paradas fueron Valladolid y diferentes localidades de Castilla y León. Pero reconoce que iba "de mal en peor". "Los trabajos eran muy duros y muy mal pagados". Y en esas estaba cuando escuchó una conversación en un bar. "Me gustaba ir a los bares de los pueblos después de las jornadas en el campo porque era la única forma de aprender castellano ya que en trabajo solo hablábamos en rumano". En un bar en la Rioja se enteró, al "poner la oreja", que en el País Vasco había "mejores sueldos". Escuchar eso fue suficiente para trasladarse a Bilbao. "Llegué a Termibus sin saber dónde ir, me acerqué a un hombre que estaba junto a una camioneta sucia y destartalada", recuerda, " y le pregunté si necesitaba gente para trabajar; como me dijo que sí, me fui con él a Zalla". Estuvo trabajando en los montes de Bizkaia hasta que al oportunista empresario "le cerraron la empresa porque contrataba a gente como yo, sin papeles, cuando todavía Rumanía no había entrado en la UE". Posteriormente se fue a Algorta. Alquiló una habitación y encontró trabajo en el hotel Goizalde. Eso sucedió hace tres años. En todo este tiempo se ha hecho un hueco en el organigrama del establecimiento hotelero. Atiende el bar del hotel, la recepción y el comedor. "Estoy muy contento porque todo el mundo me ha aceptado muy bien", dice Cristian. E insiste en ello porque "como gitano y rumano nunca me he sentido discriminado, no así en Zaragoza". Allí, en la capital maña, cuenta que fue a un taller de carpintería donde había un cartel que ponía: Se necesita personal. "Me ofrecí y me dijeron que sí, pero cuando le enseñé el pasaporte dijo el dueño: No, no, que he tenido rumanos que me han robado". La reflexión de Cristian sobre esta anécdota es que "es una pena que por unos pocos se juzgue a todo un pueblo". La misma teoría aplica para el pueblo gitano. "Es verdad que tenemos mala fama, pero eso es porque algunos gitanos fueron ladrones en su tiempo", dice. Cristian se siente muy orgulloso de ser gitano, aunque no se identifique con todas sus costumbres. "De la cultura gitana me gusta", dice, "la unión de las familias, pero me disgustan cosas como el tener que casarse muy joven o que la mujer tenga que llegar virgen al matrimonio".


Athletic La mala fama, tanto de gitanos como de rumanos, puede poner en alerta a los miles de seguidores del Athletic que viajan a Bucarest, pero Cristian aclara. "Que no se preocupen porque no van a tener ningún problema de seguridad. Allí hay leyes muy duras. Además, los rumanos y los gitanos somos gente muy acogedora. Tampoco van a tener problema con el idioma; que les hablen en castellano, que les entenderán". Cristian siente envidia por los aficionados rojiblancos que se van a desplazar a Rumanía. "Me hubiese gustado ir porque hubiese podido ver a mi familia y al Athletic". Cristian se ha convertido en un auténtico forofo del Athletic. "Yo siempre he sido un gran aficionado al fútbol y en Rumanía sentía cierta simpatía por el Madrid y el Barcelona, pero en cuanto conocí al Athletic...que quedé enamorado de este equipo". Le gustó su historia y su filosofía. Por eso, ahora dice que ya no es del Steaua de Bucarest, sino "del Athletic, a muerte". Aunque no tiene entrada, confía en poder ir a Madrid a la final de Copa. También quiere hacerse socio del nuevo campo. Su afición por el equipo rojiblanco ha hecho que los días que haya partido, el coqueto hotel Goizalde se convierta en una fiesta. Esa es una de las razones también por las que Cristian no piensa irse de Euskadi. "Tengo el alma dividida", dice, "por un lado me gustaría volver a Rumanía, porque allí están mis padres, mis hermanos y mis amigos, pero aquí tengo el futuro". Un futuro que pasa por entrar en la Universidad de Deusto a estudiar Turismo una vez que supere la prueba de acceso para mayores de 25 años, edad que acaba de cumplir. Cristian se ve dentro de unos años en un gran hotel de Bilbao trabajando en lo que le gusta. Otro estereotipo que puede romper este gitano rumano sin complejos.


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