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¿Limitar el número de inmigrantes en las aulas?
Eguna: 25.02.2010 | Iturria: NOTICIASDEALAVA

Fuente foto: www.webislam.com
Hace unos días leíamos en la prensa que el gobierno italiano limitará el número de alumnos extranjeros a un máximo del 30% en todos los cursos de la enseñanza obligatoria.Mientras que la ministra de Educación,Mariastella Gelmini, explicaba la medida para favorecer la integración y evitar “clases-gueto formadas sólo por alumnos extranjeros”, algunas voces críticas señalaban la medida como peligrosa y racista. Nada extraño, si tenemos en cuenta el carácter xenófobo de muchas de las medidas que el Gobierno de Berlusconi ha adoptado contra la inmigración.

Amelia Barquín. La cuestión nos interesa también, y mucho, en la escuela vasca, donde el alumnado de origen inmigrante -aproximadamente un 7% del alumnado total– está muy desigualmente distribuido. En más de una ocasión se ha debatido la necesidad de establecer el número máximo. Hace algo más de tres años, el entonces consejero de Educación, Tontxu Campos, divulgaba en los medios de comunicación que en adelante no habría escuelas con más de un 30% de inmigrantes, medida que en la realidad no se llevó a la práctica. Por su parte, el Ararteko reclamaba a Educación en marzo de 2007 que estableciera cuotas para repartir de forma equilibrada a los alumnos inmigrantes con objeto de evitar los guetos.

¿Se pueden justificar propuestas de este tipo? Son muchos los posibles argumentos en contra. Y es que el reparto de alumnos de origen inmigrante es muy poco presentable; se tiene la clara impresión de que se habla de repartir lo que no se quiere, el alumnado no deseado, mientras que nadie se atrevería a proponer el reparto del alumnado de origen local, para el que el derecho a elegir escuela se considera casi sagrado. Otro argumento en contra de la distribución es que los niños de familias inmigrantes acuden mayoritariamente a las escuelas más cercanas; esas familias tienen el mismo derecho a elegir centro que las familias locales. Quienes defienden el valor de la diversidad señalan que los equilibrios han de buscarse de otros modos y el principal sería reforzar y dar calidad a las escuelas con inmigrantes para que resulten atractivas para todo tipo de familias. Además, es necesaria una educación social que contribuya a la existencia de centros donde conviva todo tipo de alumnado.

Estos argumentos –que a mí me parecen de gran peso– implican en la práctica la no intervención para corregir la composición de las aulas. Y estamos viendo precisamente en nuestra sociedad qué es lo que sucede cuando no hay intervención: en los últimos diez años un número importante de escuelas se ha guetificado (el número de alumnos de origen inmigrante supera el 60%) y otros se encuentran en proceso de convertirse en guetos. Se trata, por cierto, de centros públicos en su gran mayoría, y bastantes de ellos son de modelo A. No hay más que ver los informes que el Departamento de Educación remitió en noviembre como respuesta a la solicitud de información del parlamentario de Aralar Mikel Basabe.

Cuando no hay intervención y se deja que las cosas simplemente sucedan, en una sociedad como la nuestra, temerosa de la inmigración, ocurren cosas que conocemos muy bien. Por un lado, no pocos centros llevan a cabo una selección económica del alumnado (mediante servicios que hay que pagar, por ejemplo) y apenas hay inmigrantes en sus aulas; así que en otros centros hay muchos más. Por otro, las familias locales huyen –siento la tentación de añadir despavoridas– cuando se matriculan niños de origen foráneo, dejando así sitio para más recién llegados y provocando la guetización de los centros.No nos engañemos; el umbral de tolerancia de gran parte de las familias locales es el que es, a día de hoy: a partir de una cantidad determinada de presencia de familias de origen extranjero (¿ese 30%?) muchas de las locales inician el éxodo a otras escuelas.

Y la tan deseada cualificación de los centros con inmigrantes para que resulten realmente deseables y atractivos para familias locales no se ha anunciado en los planes a corto omedio plazo de Educación. Por otra parte, la educación social para la convivencia, tan necesaria, no va a producirse de hoy para mañana; es más bien un reto a largo plazo.

Mientras tanto muchos hijos de familias extranjeras se están educando en escuelas donde la ausencia de alumnos de origen local es casi absoluta, en una sociedad que deberá ser la suya en el futuro. ¿Qué tipo de integración es esa? Al mismo tiempo, muchos niños locales no han establecido nunca relación con un niño procedente de otro país. ¿Qué competencias están desarrollando unos y otros para vivir en un mundomulticultural?

En los últimos años hemos visto casos sangrantes. Pondré como ejemplo un aula en una escuela pública deVitoria donde la Delegación de Educación escolarizó en un solo curso nada menos que ocho niños recién llegados a la ciudad fuera de plazo, es decir, entre octubre y junio. En una clase donde casi todos los demás habían llegado en los dos años anteriores. Y no es un caso único.Ustedes dirán si esto les parece una oferta educativa integradora para esos escolares o un escándalo. La situación escolar de esos niños fue denunciada ante el Ararteko, que la recogió en su informe anual al Parlamento Vasco.

Ante nuestra realidad social, creo que no hay más remedio que abogar por la intervención y el establecimiento de medidas. La defensa de que esas familias de origen inmigrante puedan elegir el centro más cercano es importante, pero muchísimas familias locales trasladan a sus hijos bastante lejos de sus barrios si en la escuela del suyo hay inmigrantes y en nombre de la calidad educativa. En resumidas cuentas, me parece mejor que un niño recién llegado pueda compartir clase con niños locales en la escuela del barrio contiguo al suyo a que esté en la escuela más próxima a su casa en un aula con niños exclusivamente de origen extranjero. Igual que me parece mejor que haya aulas con presencia de niños de origen inmigrante a que haya aulas exclusivamente con alumnado de origen local.

En una sociedad como la nuestra, resulta necesario establecer medidas que contribuyan a lograr equilibrios que serían muy difíciles de otra manera. Y por eso celebro la reciente enmienda del Parlamento Vasco que insta a Educación a establecer que el alumnado inmigrante no exceda del 25% en cada aula, y que los alumnos matriculados fuera de plazo no sean más del 10% del total. Queda por ver cuál será la respuesta del Departamento y si apoyará con los medios y la inversión necesaria a las escuelas con más inmigrantes.

 

 

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